¿Desde dónde me
posiciono para hablar de arte y terapia o arte y desarrollo humano?
Desde la vida misma,
desde mi experiencia empírica, desde mi ser y lo que he podido observar en mi
propio proceso y en el de algunas
personas que he tenido cerca, ya sea en un contexto terapéutico o en uno más
informal.
¿Terapia o desarrollo?
En definitiva que implica
la terapia y qué implica el desarrollo. Ambos son procesos humanos que apuntan
a la maximización de las potencialidades que permitan disfrutar de una vida en
plenitud. Descubrir aquellas facetas que navegan perdidas en los océanos
personales puede significar cambiar un camino, tomar un atajo para llegar a
lugar más satisfactorio o en definitiva, transformar una realidad que hasta el
momento nos aprisiona y nos conduce a establecer que ese pequeño lugar es el
que nos tocó y ¡ya!
Crecemos en un mundo
que funciona con las reglas invertidas. Los valores humanos se han dirigido
hacia un ideal materialista que dista de las verdaderas leyes universales que
desconocen los códigos de marketing o las reglas de la economía vanguardista. Por
lo tanto, lo importante, lo que toma un lugar prioritario en la existencia del
ser humano, según los estilos de crianza, que se acompañan de las muchas
fuerzas controladoras de la vida contemporánea, tiene que ver tristemente con una
meta que sobrevalora las posiciones
económicas, el estatus, el poder y la competencia.
Recuerdo a mi padre recriminándome
cuando era niña, porque en vez de hacer la tarea de matemáticas, hacía un
dibujo. Comprendo ahora su preocupación
porque me convirtiera en una estudiante exitosa y así poder salir de aquella
pobreza material que nos oprimía. Sin embargo en ese momento, aquella niña de 9
años, entendió que para ser querida debía cumplir aquellas expectativas intelectuales, que
decididamente me resultaban agobiantes. También, recuerdo a la maestra de primaria dirigiendo unas palabras que
alentaban nuestro destino de chiquillos perdidos, a un futuro de obreros dignos,
operarios satisfechos y empleados orgullosos. Camino único al parecer, para
abandonar nuestras miserias de infantes proletarios. Recuerdo también que desde
niña la rebeldía se hizo compañera de rutas y travesías, que continué dibujando o escribiendo garabatos
en las clases que me aburrían, que le pude decir a la maestra con presunción,
que hay otros lugares donde estar, que mi hermano siendo pobre, igual que yo, estudiaba
medicina en la universidad y que sus predicciones no me calzaban de ninguna
manera. El costo fue convertirme en la greñuda niña falta de respeto que salió
del colegio con una libreta nefasta de calificaciones, pero que desde esa
pequeña conciencia pudo elegir sus propios caminos y libertades.
Las artes me condujeron
por un camino que me acercaba cada vez más a aquella parte de mí que tenía la
fuerza para soportar un gran aluvión de decepciones y soledades. Las artes me
dijeron que la creación desde todas las trincheras, es la voz de mi corazón, más allá de las connotaciones
estéticas.