Desde el sur con mi provinciana voz me desprendo
La travesía es aventura, también es una extraña ensoñación
Aterrizo pues, con todas mis jugosas tentativas
Con la hoguera que traigo se pueden fundir quimeras de estaño
Con las ganas que tengo puede estallar varias veces el cosmos
Por cierto, lloverán un día de estos, estrellas pálidas, una para cada uno.
Los designios del viento me invitaron a polinizar lisonjas marchitas
De pronto existo urgente en tierras sagradas
Con novatas membranas abrazo un mundo incógnito
Engullo un poco de su magia para la posteridad
La dejo caer suave por los muros de mi garganta
Se espolvorea por mis costillas y ahí se queda vibrante
Resistí el síndrome de abstinencia del amor que tenía a destajo
Palpitaciones, insomnios, gemidos de soledad, temblores febriles…
Así estuve al llegar, moribunda y en cuarentena
Alimentándome de algunos pocos silbidos de pajaritos
Bebiendo la escarcha que se aparecía en el cristal más cercano
Haciendo compresas de barro negro curé mis desolaciones
Sigo aún muriendo y viviendo alrededor de los instantes
Mutando hasta convertirme en quién sabe qué ave
No me alcanza la mirada para vislumbrar mi consumación
Estoy entera y fragmentada al mismo tiempo
El asfalto intenta doblegarme, pero en fin, en mí hay una guerrera
Entonces preciso indagar quien soy todas las mañanas
Camino con la cara helada, las manos pálidas, los ojos achubascados
Los recuerdos me flotan entre la cabeza y el pecho
Esencialmente cuando el viento del sur se acopla fuerte en los sentidos
Y pienso en el camino que forjó para llegar hasta este sitio
¿Cuántas montañas cruzó para posarse en mí rostro?
¿Cuántas nubes enamoradas dejó para ser amante único de las hojas?
Por acá el tiempo me pasa y me traspasa.
En cada vuelta de reloj algo brota desde lo profundo
Camino en espiral, me detengo en las curvas, suspiro y sigo
La melancolía se duerme conmigo por las tardes
Juntas miramos por la estrecha ventana el crepúsculo
Ya ni modo, nací con ella alojada en la frente, más vale tenerla de buenas.
Habito el esqueleto de un lago de aguas muertas,
Tenochtitlán me regala mañanas perfumadas,
A veces un amante silencioso,
A veces frutas con miel y granola,
A veces suspiros con olor a maíz,
A veces el mundo, ¿y yo que hago?..Le canto una canción al oído.
El invierno boreal se asoma desconocido
Yo sólo sé que camino queriendo limar las espinas de una humanidad herida
Disponiendo melodías que viajan desde la víscera hasta la cumbre de mi lengua
Haciendo el amor como si fuera mi última encrucijada
Rodando por la avenidas citadinas con el pecho brotado de libertad
Transfigurando mi ser, haciéndome dueña de la tierra y sus soliloquios.
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