domingo, 25 de marzo de 2012

de Observatorio a Balderas


Los vagones del metro cargan un México anónimo
Silenciosa caravana cansada  de estar cansada
Bocas mudas  cargadas de silencios
Miradas que ven desfilar su juventud
Llagas proletarias sin indemnización

Las cabezas cuelgan desbocadas
El pestañazo descanso antes del  cierre de puertas
Transe entre mundos que no se enteran
Moribundo placer mediático
Tajante mezquindad hacia las disimuladas almas

El circo masoquista de los jóvenes derrotados
El transito suicida de los ciegos arrojados
El vagón apartado para  damas y  niños
Dicen que la histeria unida jamás será vencida
Favores al  imperio  bucólico que alimenta atrasos mentales

El indígena invisible en el rincón que le han dado
Moribundo por los  gases metropolitanos
Descalzo y sin voz para cantar tus miserias
Acostumbrado a la palpitante indiferencia de los que llevan zapatos
Asumido  lugar que le trajo la derrota de sus dioses


Mercado nómade de hombres parlantes y plásticas novedades
Pequeños adultos vendiendo paletitas enchiladas
Melodías por una moneda  desafinada
Parte del paisaje empírico del vagón
Diez pesos le vale diez pesos le cuesta

Una anciana con cuerpo de niña y ojos de cristal
Canta la misericordiosa melodía del hambre
Su silbido aunque apagado resuena en las paredes
Canción de cuna para los hijos del cemento malhumorado
El vagón se inunda de flores marchitas

Infantes correteando  por  los pisos
Habitan la casa de un gigante gusano metálico
Soles apagados sin biberón  ni juguetitos
Allí crecen sin cometas ni vientos que los pretendan
Allí la humanidad madura sus frutos desfigurados

La serpiente férrea  lleva carga completa
A dónde van esos cuerpos fatigados
Espíritus enjaulados en yuxtaposición
Qué consuelos albergan sus condenas
Saben  acaso que son estrellas