Que nos cubrimos de
mantos blancos,
que inocentes palomas
nos amamos,
que la vida nos bailaba en
el centro de nuestro mundo.
Algún día recordaremos
que estuvimos casados.
Confundidos de si fue un
sueño o una historia real,
acuerdo sinfónico de
nuestras lozanas vidas,
digo, cuando seamos
ancianos idos en otros viajes.
Algún día recordaremos
que en un puerto naufragamos.
Que entre Tomás Ramos y
Prat nos besamos,
que aunque
muchachos embriagados,
construimos un refugio
sólido llamado amor.
El tiempo pasará y cada
vez los recuerdos se fugaran,
hasta que sólo nos
acordemos del gato, aquél animal cósmico,
que ronroneaba entre
nuestras piernas que se cruzaban
aún, después de despedirnos
en la mampara.